En
una enseñanza básica se abordó el tema de adultos mayores, en concreto del
trato que les otorga la sociedad a estas personas, de manera que son tratados
como niños pequeños, obviando toda la experiencia acumulada por su trayecto
vital. Sin embargo, como se ha visto y estudiado son personas que también
pueden tener las mismas inquietudes que una persona más joven, pero la sociedad
y nuestra actitud para con ellos tiende fomentar que esta es una etapa final,
en la que ya no queda nada por hacer, además estas personas se lo creen, puesto
que en muchos de sus discursos se ve reflejado.
Pero
está claro que esto son creencias, igual que asociamos la etapa de adulto mayor
con vejez y esta a su vez con retiro o jubilación, en otros lugares no es así.
En Japón, la vejez es un símbolo de estatus o en Marruecos hay que venerar a
los mayores. En caso contrario, y como se viene comentando aquí, en otras zonas
occidentales, el envejecimiento se considera por lo general algo indeseable.
Los
estereotipos sobre el envejecimiento, internalizados en la juventud y
reforzados por décadas de actitudes sociales, pueden convertirse en
estereotipos personales, que a nivel inconsciente pueden afectar las
expectativas de la gente mayor acerca de su conducta y a menudo actúan como
profecías que se autorrealizan (Levy, 2003).
Además,
un estudio antropológico llevado a cabo por compañeras de clase del doble grado,
realizamos una pequeña investigación en una Unidad de Estancia Diurna, y cuyas
conclusiones básicas fueron que, a medida que aumenta la edad, se va
produciendo un deterioro físico y aumento de las limitaciones de la propia
persona, pero esto no quiere decir que exista una dependencia como tal del
anciano. El conjunto de interrelaciones entre el anciano y el resto de personas
e instituciones, son las que provocan que se considere este como dependiente,
siendo por lo tanto la dependencia una construcción social.
Los
individuos observamos los cambios biológicos, y se le otorga un significado.
Este significado es lo que condiciona nuestras respuestas, narrativas y
comportamientos hacia los demás en relación a la vejez. Con el desarrollo
capitalista e industrial la experiencia deja de ser la principal fuente de
conocimiento, por lo que pierde valor, y la producción se convierte en lo
principal. Por el contrario, la juventud se toma como referencia al comprender
aquellos rasgos que se consideran primordiales en el mercado industrial (competitividad,
aceleración, agresividad).
Por
tanto, es nuestra visión de la vejez la que condiciona el trato que les damos a
los mayores adultos. ¿Y cómo los vemos? Entendemos la vejez como un problema ya
que al quitarle valor a la experiencia, le estamos quitando valor a la vejez al
identificarla con jubilación y ésta con inutilidad (citado en Rodríguez Ibáñez,
1998). Y a su vez, estorbo para las personas de menor edad que están trabajando,
varios son los ejemplos que encontramos en nuestras visitas al centro y nuestro
trabajo de campo que verifica todo lo que aquí se expone.
Así,
entendemos la vejez como un periodo de indefensión e inutilidad laboral, las
escenas cotidianas en las que las personas de mayor edad pueden participar se
consideran ridiculeces (Rodríguez Ibáñez, 1998). Por tanto, se le asignan
actividades “apropiadas” que deben hacer,
es decir, triviales. Se tiende a retratar a las personas mayores como viejos
entrañables y encantadores, pero es un mito que desautoriza la autoridad al
eliminar sus propias personalidades.
Y
por último, resaltar que las actividades y el trato que recibían los mayores en
la U.ED. era propio de niños de un colegio, que van todas las mañanas a hacer
sus deberes y en caso de que tuvieran dudas le preguntan a su “profe”. En
ningún momento las actividades se enfocan al aprendizaje de nuevas tareas o
conocimientos, sino a recordar lo que ya se sabe (puesto que se considera que
en esta etapa ya no es necesario seguir aprendiendo). Además se asignan
espacios y roles, quién puede estar al lado de quién, para no distraerse o
quién es la más lista o torpe de la “clase” (Babi M., Méndez A., Roldán I., Antúnez M.E., 2012).
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